miércoles, 15 de diciembre de 2010

La perra que llora y su cachorra cafe



Ocasión de fiesta.
Noches de festival en “La Cachorra Café”.
Alberto Ojeda

Ese final de la noche, donde público y artistas cohabitan sin la frontera de la cuarta pared o las escaleras hacia el proscenio, es sin duda un lugar particular del festival y especialmente este año se destaca el afán del maestro Aníbal Grunn en su organización y coordinación.
Da gusto acercarse hasta las instalaciones del centro teatral “Herman Lejter” (que la gente sigue llamando: teatro La Sede) y descubrir cómo el público, la gente de teatro y circo, los invitados, actores, actrices, técnicos, dramaturgos, periodistas, todos, nos reunimos convocados por la magia del teatro para revivir juntos el espíritu de las Dionisíacas y celebrar con Baco ese poder que otorgan las artes escénicas para recrearnos y sobre todo reinventarnos la vida. Porque si bien la vida no admite ensayos, también es verdad que siempre resultará más agradable, más cercana y posible la reflexión vista a través de los ojos del teatro.

Contacto con las comunidades.
La fiesta grande de occidente es para todos, por eso la organización también despliega un conjunto de funciones que se realizan en las comunidades, acercando el teatro a los más sencillos, los que tienen menos posibilidades de moverse hasta las salas de espectáculo. Así, en medio de todas las dificultades económicas presentes y sus consiguiente repercusiones, el festival refrenda su acción social y hace evidente su impacto sobre la sociedad.
Voces agoreras susurran (sin atreverse a gritarlo) la caducidad del festival, fantasmas del resentimiento pretender colarse por las rendijas del miedo intentando apagar la llama que se encendió hace 28 años y hoy por hoy se ha convertido en el fuego sagrado de las artes escénicas del país.
El festival, con todos los inconvenientes posibles, mantiene su vigencia, no por capricho de algunos sino por el amor y celo por su identidad de todo un colectivo que ha nacido y se ha formado a lo largo de todos estos años.

Seguimos de fiesta en el teatro venezolano. ¡Occidente está vivo!


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