El Romeo y la Julieta
Carlos Herrera
Dentro de las primeras funciones exhibidas en la vitrina de la XVIII del Festival de Teatro de Occidente, le tocó presentarse al elenco juvenil guanareño Marte -X con su propuesta “El Romeo y la Julieta” una versión libre de la tragedia clásica shakespereana Romeo y Julieta en el espacio de la sala “Federico Collado”.
Montaje fresco sin ambición pero igualmente deslucido. Digo entretenido porque para cierto segmento del público la pieza por su capacidad de hacer reír lo logra dado lo “alocado” como fue el planteamiento de la trama y el trastocamiento tanto de leguaje, situaciones y esencia de lo medular del argumento donde la inserción de elementos diacrónicos entre lo que era el contexto donde Mostescos y Capuletos se enfrentan e, insertos allí el drama de amor de los personajes centrales como lo son Romeo y Julieta se ven lanzados en un tour de forcé por inserciones de referencias que van desde elementos comerciales a aspectos del actual momento sociopolítico nacional que la pieza tratando de seguir un curso natural se ve empañada por lo absurdo. Ello genera hilaridad en el receptor, por ende, el facilismo denota falta de pericia en lo textual de la dirección y una unidad de sentido en lo teatral como fórmula de concreción del ¿para qué el clásico? Hay que ser ambicioso cuando se sube a las tablas. La energía juvenil puede ser canalizada hacia un producto más cónsono a sus posibilidades como artistas en proceso de afirmación de conocimientos técnicos en cuanto a lo que el actor muestra de su persona y de su comprensión de lo que debe ser el personaje.
Deslucido porque la dirección Rubén Uzcátegui debió [y esa en solo mi opinión] pudo escoger un texto adecuado como un sainete que por sus apartes, morcillas y otras posibilidades de jugar sobre la escena fuera del argumento, crearían una comunicación con la platea. Deslucido porque no era cuestión de colocar objetos, escenografía y utilería para recrear una época sino que con la sencillez y la fuerza interpretativa del histrión se podía obtener más con poco y ese más sería superior si estos chicos mostrasen sus aptitudes en ciernes de forma unívoca y no en enmarcados en un asunto que pareciese tener una línea pero que visto con ojos puristas era un atentado contra lo que uno asume un clásico. La dirección es la responsable y no los jóvenes actores porque ellos son el esfuerzo conducido de una persona que entiende el reto que estos actores y actrices deberán ofrecer ante un público; más aun, porque el mismo grupo proviene de una formación ideológica religiosa cristiana. Si hubiesen escogido un texto del viejo o nuevo testamento quizás el drama hubiese sido más aleccionador e, incluso en sintonía con el espíritu del “amor” que en su formación tratan de proyectar a las expectativa general que ya les han visto trabajar apoyándose en el arte teatral. En fin, esa fue su opción y la misma no cuajó.
A mi pesar la labor de Carmen Fernández, Héctor Rodríguez, Elvira Montilla, Roimber Peraza, Wilfredo Santiago, Gustavo Barbosa, Florangel Jiménez, Kehiry Fernández. Abel Ramírez, Joselin Morales, Yuliana Aour y Karla Mendoza hacen lo suyo para tratar de estar a tono con los que se les creo como situación teatral. Quizás a futuro con más calma, con mayor orientación, con mayor trabajo y una escogencia de texto más idónea podamos constatarlos con la suficiente prestancia como asegurarles una mejor opinión que la acá se emite. Por ahora, solo deben pulir los excesos y aplomar lo ya producido quitando el polvo y la paja del trigo y así tener un trabajo más compacto.
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